lunes, 5 de noviembre de 2007

EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN EN LA FORMACIÓN DEL ESPÍRITU CRÍTICO

Cuando se analiza el pensamiento generalizado de los grupos humanos en la actualidad, se puede observar claramente que han desaparecido algunas nociones básicas de otros tiempos. Hace algunos años (sería muy aventurado establecer un período determinado) eran normales las luchas contra distintas injusticias, desigualdades y otras situaciones perversas, propias del sistema. El compromiso social por establecer cambios en el sistema no es el mismo, sino que ha disminuido notoriamente. Esta evidente disminución no se produjo paralelamente con una reducción de las desigualdades e injusticias. Por el contrario se ha incrementado la marginalidad, la corrupción, la desigualdad, y un sin fin de abusos propios de un sistema que condena a quienes se encuentran como dominados. He aquí la preocupación: las injusticias se incrementan y las luchas no.

Estas falencias que resultan habituales en la Argentina son producto del modelo neoliberal que impera a lo largo y ancho de la Tierra. Los grandes inconvenientes ya mencionados, en muchos casos no son tomados como tales, sino que por el contrario son asimilados por la sociedad como algo natural. Justamente este punto demuestra la falta de espíritu crítico que se ha generalizado en los distintos individuos y que no hace distinción de clase social. Un joven que desde su nacimiento vivió de cerca la extrema pobreza, trabaja desde muy pequeño y no tiene acceso a la educación, probablemente no tenga las herramientas para poder manifestar su disconformismo ante un sistema que día a día lo margina más. Pero esta ausencia de reflexión crítica no se desarrolla sólo en las clases más bajas, sino que también se manifiesta en jóvenes que cuentan con una buena socialización primaria (familia) y en las instituciones secundarias (escuela y universidad, entre otras). Estas entidades que se encargan de formar la moral del individuo, pueden ser tomadas desde los postulados de Althusser como aparatos ideológicos de Estado, encargados de la reproducción de un pensamiento que defiende los intereses de la clase dominante. La clase dominante, de la cuál hace mención, debe encargarse de formar a los dominados de tal modo que sus intereses no se vean afectados, sino que por el contrario ampliamente beneficiados. Si se lo analiza desde esta perspectiva crítica, entonces resulta más comprensible la situación, es decir la falta de espíritu crítico de los individuos. El sistema no se va a interesar por reproducir en los dominados una mirada que valla en contra del propio sistema, sino que sus aparatos ideológicos: familia, escuela, medios de comunicación, etc; se encargaran de hegemonizar a los individuos. Son ellos quienes deben conseguir las herramientas necesarias para luchar contra esta dominación, y no quedan dudas que la práctica educativa progresiva a la que hace mención Paulo Freire es fundamental.

En base a lo recientemente mencionado es que se puede iniciar un análisis del sistema educativo argentino a partir de los postulados del brasileño Freire. Este pedagogo cita distintos saberes fundamentales que son de gran contribución para una práctica educativa progresiva. Antes de analizar en detalle la cuestión, podemos asociar a Freire con Althusser en muchos aspectos, ya que el brasileño intenta generar en los docentes una enseñanza sumamente comprometida con la formación del individuo, de modo que las instituciones educativas deben ser una eficaz herramienta para que pueda tener noción de la existencia del sistema en cual se encuentra sumergido. Freire considera que el docente tiene como principal tarea, la de generar esta conciencia en el individuo.

La crítica que hace Freire del sistema educativo brasileño radica principalmente en la falta de “intervención en el mundo” por parte de los individuos, situación que le es atribuida a las malas políticas educativas. Se intenta reproducir un conformismo en las nuevas generaciones. Este conformismo del cual habla implica que muchas injusticias sean tomadas como cosas naturales e innatas, desechando de este modo todo tipo de cambio por mínimo que sea. Muchos objetivos que sin duda pueden estar al alcance de los individuos, o en su defecto implican un esfuerzo para nada inhumano, son desechados rápidamente por considerárselos como imposibles. A partir del planteo de estos objetivos se pueden forzar los cambios en un sistema injusto, los cuales contribuyan a la justicia e igualdad entre los individuos. Sin embargo, las personas y en especial los jóvenes se muestran cada vez menos comprometidos por el cambio. “Tener noción del mundo de la historia, de la cultura, de la política, no es importante para adaptarse sino para cambiar”, este punto es tomado como uno de los principios básicos que deben tener los individuos a lo largo de su vida. He aquí que la educación cumple un papel fundamental para fomentar el cambio. El docente debe generar en el individuo las condiciones para que pueda establecer los cambios, los cuales nacen a partir de un espíritu crítico. En la Argentina puedo afirmar, sin dudar, que la educación lejos está de corresponderse con el principio básico que debe tener en cuenta un docente para desarrollar sus funciones según Freire. ENSEÑAR NO ES TRANSFERIR CONOCIMIENTO, SINO QUE ENSEÑAR ES GENERAR LAS CONDICIONES PARA QUE EL ALUMNO PUEDA PRODUCIR SU PROPIO CONOCIMIENTO. Cualquier joven que halla sido partícipe de alguno de los niveles educativos en la Argentina ha sido víctima de esta situación, es decir que los contenidos que se estudien sean transferidos con un escaso nivel de interpretación por parte del alumnado. Desde los primeres niveles de enseñanza, los docentes argentinos (acatando las órdenes de sus superiores) pretenden que los niños realicen una mera repetición de lo que les es enseñado. Un análisis o interpretación de lo que les es transmitido puede ser castigado con una mala nota, la cual será repudiada por sus padres y una moral en la que los resultados se encuentran por encima del conocimiento, por lo que es conveniente repetir lo que se les expresa. Esta situación también se da, salvo escasas excepciones, en los niveles superiores. Obviamente esta errónea práctica educativa, muy poco progresiva y con escaso compromiso formativo, se corresponde con los intereses de la denominada clase dominante y es parte del sentido común, en el que tanto énfasis pone Althusser. La repudiable educación que menciono sumada con otras falencias intencionadas del sistema, determina como resultado (beneficioso para algunos pocos y muy perjudiciales para la gran mayoría dominada) el radical cambio de los objetivos o sueños de las generaciones. Para hacer gráfica esta situación se pueden comparar las acciones llevadas a cabo por los jóvenes, quienes habitualmente poseen un mayor espíritu crítico, hace algunos años con las actuales. Mientras que los sueños de generaciones pasadas se vinculaban con importantes cambios, no sólo en la política sino también en distintas esferas artísticas, en la actualidad estos quedan restringidos a objetivos que además de ser muy poco ambiciosos, pecan de egoístas e individualistas. Lo que antes era cambiar el rumbo político de un país, hoy se limita a un simple viaje de egresados, el cuál es esperado como si fuese el cambio de la vida de un joven. Talvez el ejemplo que escojo sea un tanto extremista, pero a mi parecer los objetivos juveniles de la actualidad distan de relacionarse con el compromiso político. Este paso de la lucha colectiva de las generaciones a simples intereses individuales no debe recaer sólo en las falencias educativas, ya que existen otros principios propios del modelo neoliberal, que determinan estas nuevas y repudiables actitudes juveniles.

Paulo considera que para que se puedan establecer las condiciones óptimas en la enseñanza del alumnado, es decir crear las condiciones para que los individuos puedan generar sus propio conocimiento, es fundamental que la enseñanza exija la conciencia del inacabamiento y, por otro lado, el reconocimiento de ser condicionado. Ambos puntos, obviamente chocan con los intereses de quienes dominan, es por esto que pocos docentes los tienen en cuenta, así como también es muy importante que se cumplan para poder generar una fuerza que se oponga a este sistema y defienda una justa causa, que en definitiva son los intereses de las nuevas generaciones de dominados, las cuales no deben cumplir con el calificativo de perdidas. Para que esta situación se pueda concretar es importante que los profesores se acerquen a la realidad de sus alumnos y despierten su curiosidad por el mundo que lo rodea.

El docente debe incorporar en el alumno la idea de que es un individuo inacabado. El individuo debe ser consciente de su inacabamiento, es decir que no existe un punto en que culmina su formación. Freire considera que el docente debe formar un ser ético, una vez formado debe romper con esta ética. “Se debe formar individuos capaces de intervenir en el mundo, de comparar, de juzgar, de romper, de escoger, de decidir y de establecer grandes acciones”. Por otro lado, enseñar exige que se genere en el individuo el reconocimiento de ser condicionado. Aquí Paulo marca una tarea que debe ser fundamental en la labor docente y para la formación crítica de los alumnos. Se debe incentivar el paso de ser determinado (es inacabado pero no es conciente de su inacabamiento) a ser condicionado (es inacabado, conciente de esta situación se reconoce como producto de distintas fuerzas que actúan sobre sus acciones). “Inacabados pero conscientes del inacabamiento, seres de opción, de decisión, éticos, podemos traicionar o negar la propia ética”.

Lo interesante de lograr consciencia de ser inacabado y condicionado es que a partir de la aceptación de ambos puntos, el individuo se inserta en un movimiento de búsqueda. Esta búsqueda genera la esperanza, la cual le permitirá al joven negar situaciones que son obvias y no sumergirse en el sentido común que va en contra de sus intereses. Es decir que finalmente el individuo logrará a tener un pensamiento crítico y esperanzado, el cuál debe ser propio en las personas y mucho más en los jóvenes que tanto tienen para cambiar.

Gerardo Oroz